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En mayo de 2025, la Oficina de Derechos de Autor de los Estados Unidos publicó un artículo tajante titulado “A.I., Art, and Copyright: The Human Element That Makes All the Difference”. El mensaje fue claro: solo las obras con intervención creativa humana pueden acogerse a la protección del copyright. Una herramienta, por sofisticada que sea, no tiene derechos. Y un producto generado totalmente por una IA, tampoco.
Desde Itech compartimos esa visión en su fundamento. Los derechos de autor son un reconocimiento a la creatividad, la intención y la expresión humana. Esa ha sido la base legal y cultural durante siglos, y no debería abandonarse de manera acelerada. Pero el escenario actual no es el mismo que el de hace veinte años.

La revolución creativa de los modelos generativos
Hoy convivimos con modelos de lenguaje de gran escala como ChatGPT, Gemini, Claude, LLaMA o Grok, entrenados con cantidades ingentes de datos y millones de parámetros. Estos modelos no solo generan texto o imágenes. Son capaces de producir contenido que, en muchos casos, ni sus propios desarrolladores esperaban. No porque tengan voluntad, sino porque el resultado de sus cálculos no siempre es explicable o predecible.
Decir que los LLM solo hacen collages de lo que aprendieron no es correcto. Su capacidad para generalizar, improvisar e incluso “sorprender” plantea un dilema nuevo. No porque sean entidades autónomas ni seres con derechos, sino porque la distancia entre lo que puede crear una IA y lo que históricamente hemos llamado creatividad humana se está reduciendo drásticamente.
¿Qué hacemos con lo creado por IA?
Esta situación abre una serie de preguntas incómodas, pero necesarias: ¿Cómo clasificamos documentalmente los productos generados por IA? ¿Deberían ser protegidos bajo alguna forma especial de propiedad intelectual? ¿Estamos preparados para recibir dentro de nuestros acervos empresariales y estatales documentos que nadie firmó, pero que son técnicamente impecables?
En la gestión documental —donde Itech ha trabajado por más de dos décadas en Costa Rica y Centroamérica— esto no es un asunto teórico. Las actas, minutas, informes o boletines ya no pasan únicamente por el escritorio de un redactor: pueden originarse en una transcripción automática, en una propuesta generada desde cero por un modelo, o en una imagen creada para un informe técnico. Y aunque se diga que hay un “autor humano”, en muchos casos esa intervención es mínima o inexistente. Entonces, ¿es suficiente con declarar que hubo un humano supervisando?
El dilema de la originalidad humana
Planteamos una idea provocadora: ¿es el ser humano realmente tan original como presume? La ley protege la originalidad, pero la creatividad humana está profundamente influenciada por cultura, educación y experiencia. Nadie crea desde cero. Entonces, si aceptamos que todo ser humano crea en función de su entorno y su memoria, ¿por qué exigir a la IA una pureza creativa que ni nosotros mismos alcanzamos?
No se trata de darle personalidad jurídica a la máquina. Se trata de abrir el espectro, aceptar los grises y comenzar una discusión sensata sobre los productos que estos sistemas están generando a diario, y que las instituciones están empezando a incorporar en sus flujos de trabajo.
¿Y si creamos un nuevo marco legal?
Quizás ha llegado el momento de aceptar que no todo lo generado por IA debe ser automáticamente rechazado. Podríamos pensar en nuevas formas de licenciamiento, atribución y trazabilidad que valoren la calidad del producto, la transparencia del proceso y el tipo de intervención involucrada. Algo así como un “derecho documental aumentado”, que reconozca el origen humano de la tecnología, sin ignorar su capacidad actual.
Detrás de cada IA hay personas. Un modelo como GPT-4 o Claude no fue creado por sí mismo. Detrás hay ingeniería, curaduría de datos, decisiones éticas y visión. Son sistemas humanos profundamente interconectados, aunque su operación sea automatizada.

Costa Rica puede liderar esta discusión
Nuestro país tiene una oportunidad enorme de liderar este debate en el mundo hispano, incorporando estas reflexiones en su marco normativo, en sus políticas de gobierno digital y en sus estrategias de automatización empresarial. Porque lo que está en juego no es solo un texto, una imagen o un audio. Es la manera en que entendemos la creación, la memoria institucional y el valor de los productos digitales.
Desde Itech, seguiremos explorando estos temas desde la práctica, la tecnología y la ética. Porque construir futuro también es saber documentarlo.